Hola, mi nombre es Miriam Anabalón Mercado, profesora de vocación y
madre de tres amados hijos/a, quiero contarles sobre mi reflexión acerca de
la maternidad.
Antes de ser mamá, yo creía que la maternidad era muy hermosa, intensa
nada tan complejo o difícil, en la cual tendría la seguridad de tomar
decisiones correctas, pero desde que vi ese test positivo fue todo caótico,
lleno de emociones en mi vida, de inseguridades y de muchas frustraciones.
La primera emoción que sentí fue una inmensa felicidad, un amor profundo
e incondicional, pero también sentí mucho temor de perderlo o que tuviese
alguna enfermedad grave, y ansiedad, porque quería que naciera pronto y
que pasara rápido mi largo y afortunadamente saludable embarazo. (Mi hijo
nació a la semana 42)
Después de ser mamá, fue cambiando mi físico, lo cual igual me llenaba
de inseguridades, porque me veía muy diferente, llegué a subir 16 kilos, y
eso tenía muy afectada mi autoestima. (Siempre me preocupé de hacer
deporte y cuidar de mi físico), con el tiempo fui aprendiendo a criar a mi
hijo, pero siempre con muchas frustraciones porque sentía que hacia todo
mal, además de recibir muchas críticas de personas cercanas (familiares
mujeres) de cómo debía hacerlo correctamente, “según ellas”.
Con mi pareja también fue muy difícil, ya que él pasó a un segundo plano,
mi hijo era el centro de toda mi vida, mi prioridad, que yo debía proteger y
cuidar en un 100%, lo que nos llevó a tener algunos desacuerdos, porque ya
no tenía ni tiempo ni energías para centrarme en él cómo pareja o
viceversa, ya que él fue siempre un papá muy presente en la crianza.
Con respecto a lo económico todo se volvió aún más difícil, porque
después de mi post-natal decidí renunciar y dedicarme únicamente al
cuidado de mi hijo y a los deberes del hogar. Eso cambió totalmente mi
independencia financiera, teniendo que depender exclusivamente de mi
esposo, lo que afecto un poco más la relación y mi motivación, porque por
un lado estaba feliz de poder hacerme cargo de mi hijo y verlo crecer, pero
por otro lado sentía que no tenía respiro, todo era una gran responsabilidad.
Con el tiempo pude ir superando obstáculos, inseguridades y frustraciones,
al ver que mi hijo crecía sano y lleno de amor, con una gran red de apoyo,
porque he ido soltando y tratando de no controlar tanto la vida de mi hijo,
pues sufría mucho por el temor a que le pasara algo malo. Hoy ya es un
adolescente de 13 años, que me da mucho amor, alegrías, pero también
ciertas tristezas, cuando me dice cosas un tanto dolorosas, que entiendo son
propias de esta difícil etapa en la que se encuentra.
Transcurrido el tiempo, después de 12 años cuidando de mi hijo junto a mi
esposo que siempre ha sido muy corresponsable con todo lo que implica la
crianza de nuestro hijo, decidimos intentar tener otro bebé y funcionó, lo
logramos!, quedé nuevamente embarazada!
En marzo del 2023, me hice un test a solas y me salió positivo, yo estaba
muy nerviosa, recuerdo habérmelo hecho en un baño de una Universidad,
ya que estaba en medio de una clase de baile contemporáneo y al salir
positivo mi corazón palpitaba muy rápido, era una sensación de felicidad
mezclada con nerviosismo, llamé a mi esposo para que fuese el primero en
saber, pero no me contestó, así es que le conté a mi hermana querida, mi
cómplice, la que siempre escucha y nunca juzga y a mi mejor amiga de
toda la vida, recuero que mi mejor amiga me compró unos regalitos de
bebé para que le entregase a mi esposo como sorpresa y cuando le dí a él y
a mi hijo la noticia con estos presentes, estaban muy felices y nerviosos, no
podían creerlo, nos abrazamos los tres y desde ese día me cuidaron a cada
instante, para que no cargara peso ni nada, me regaloneaban con antojos o
cosas ricas siempre.
Fuimos al control de la 8º semana y todo se veía bien, en la eco vimos las
palpitaciones del corazón, nunca lo escuchamos, pero el doc nos dijo que
estaba todo perfecto, sin embargo a la 11º semana todo cambió, un fin de
semana fui al baño, porque me sentí rara, cómo con dolores de útero, y vi
lo que ninguna mujer quiere ver, sangre!, sentí un dolor en mi corazón y mi
cuerpo temblaba de miedo, fuimos rápidamente al hospital Herminda
Martín y cuando tocó mi turno, me hicieron pasar a un box, me pusieron en
una camilla para hacerme una ecografía, y ahí la doctora Rosmara Martínez
Rivas mientras me realizaba la eco, movió la pantalla hacia ella, estuvo en
silencio, y me dijo la frase que ninguna mamá que busca tener un hijo o
hija desea escuchar “No hay latidos”, se me puso un nudo en la garganta y
le pregunte si era en serio? Y ella con mucha frialdad, indolencia y enfado
me dijo ¿Tú crees que yo bromeo?, después de eso me quedé sin palabras, esa frase me marcó para siempre, yo sólo lloraba y lloraba, porque ya amaba mucho a ese bebé, tenía tantas expectativas, tantos sueños y anhelos que nunca pude cumplir, el poco tiempo que estuvo conmigo, sentía que ya era nuevamente mamá, porque me cuidaba, comía saludable , inclusive dejé de bailar y de hacer deporte, iba a los controles médicos con mi doctor particular y en el consultorio, todo para que estuviera bien mi bebé, pero no se pudo.
En el hospital me dijeron que por protocolo debía esperar por lo menos un
mes con mi bebé dentro de mi vientre! y me extendieron una licencia por 7
días por la ley Dominga (nunca antes había escuchado de esta ley) y no
pude, mi mente no me lo permitió, me vino una depresión terrible, así es
que mi esposo, mamá hermanos y hermana me ayudaron con los gastos
médicos para hacerme todo en una clínica, el doctor Matías Cox (que era
mi doctor de cabecera) recuerdo que lo primero que me dijo fue : “Lo más
importante que quiero que entiendas es que nada de esto fue tu culpa”, esa
frase me hizo tan bien en todo mi proceso y bueno después me hicieron el
procedimiento por un aborto retenido, fue muy terrible y doloroso, estuve 6
horas con dolores hasta que me llevaron a pabellón. Después que salí de ahí
sólo lloraba y lloraba, aún no podía creerlo, todavía me dolían los pechos,
pero ya no sentía dolor en el útero, todo había terminado, menos mi pena,
esa me duró mucho tiempo, estuve con psiquiatra y psicóloga, materné muy
poco tiempo en la tierra, intenté darle todo el amor que puede, junto a mi
esposo, mi hijo y toda mi familia, pero no fue suficiente.
Actualmente materno mucho más tiempo hacia el cielo, porque siento a mi
hija Violeta (sentí que era una niña, nunca lo pude comprobar, porque sólo
tenía 11 semanas) muy cerca de mí, no la olvido, y creo que nunca lo haré,
la amo, desde otro plano, con un amor infinito y transcendental que no
tiene explicación. Esto me cambió totalmente mi vida y la forma de ver
las cosas, aunque una trate de controlar todo, de planificar el futuro, hay
situaciones que no se pueden controlar, y por eso aprendí a soltar, a vivir
con este dolor y a amar y honrar por siempre a mis bebés que aunque la
mayoría de las personas no visibilizaron, yo si lo hice y lo seguiré haciendo
por siempre.
Pasado el tiempo, en febrero del 2024 intentamos por tercera vez un
embarazo, había pasado ya 9 meses desde que Violetita había trascendido
al cielo, y volví a quedar embarazada, pero ya no había tanta felicidad. Con
mi esposo y mi hijo sentimos más miedo que alegría, esta vez no quise
ilusionarme mucho, así es que supieron muy pocas personas, las precisas y más importantes, porque aún dolía y duele Violetita, ya no le cantaba en la
guatita, ni la acariciaba, mi hijo esta vez me dijo; “Mamá no te ilusiones” y
lo intenté, pero igual me proyecté con esa guagüita, fue inevitable, sentí
que no debía darle tanto amor, cómo con Violetita, sentía que debía
protegerlo, me cuide mucho también, dejé nuevamente el deporte, y me
centré en mi bebé, fui a las citas médicas, (a las que alcancé a asistir) y
nuevamente ocurrió lo mismo, tuve sangrado y fui al hospital, la misma
situación, (aborto retenido) lamentablemente a éste bebé nunca le escuché
ni vi en el monitor sus latidos o palpitaciones, luego fui a mi doctor de
cabecera y le pedí que me ayudara a gestionar el tema en el hospital,
porque querían nuevamente que esperara un mes con mi guagüita sin vida
en mi vientre, un mes!, así es que me ayudó y me dio tips para apurar el
proceso, por lo menos en una semana más, me dijo que caminara mucho,
que me moviera para que pudiese bajar de manera natural y espontánea,
estuve tres o 4 días caminando a paso rápido para lograrlo, hasta que
comencé con las contracciones y partimos nuevamente al hospital, ahora si
me ingresaron y me hicieron nuevamente todo el procedimiento, fue taaaan
triste, me sentía tan vulnerable, estuve 16 horas en trabajo de parto, y
finalmente me tuvieron que hacer nuevamente un legrado, después de eso
llegué a una salita (en la cual estaba separada de las mamitas que si habían
tenido a un hijo nacido vivo) que tenía un hermoso colibrí. Se acercó una
psicóloga, Fernanda era su nombre, y ella me contuvo junto a mi pareja y
me explicó todo lo que iba a vivir nuevamente en mi segundo duelo, me
habló de la fundación Dominga y de las terapias que debía seguir , busqué
en redes sociales a Aracely Brito Muñoz y la contacté, ella me ayudó y me
incorporó en su fundación Dominga, a una tribu llamada “Duelo”, y ahí
comenzó mi camino hacia la transformación del dolor hasta el amor infinito
y transcendental de mi Alvarito, (mi hijo mayor alcanzó a ponerle ese
nombre), porque me dijo que si volvía a pasar algo malo, lo podríamos
llamar de alguna manera, y también de mi Violetita, ahí pude ir sanando y
viviendo mi duelo acompañada de otras tantas mamitas, que habían vivido
algo semejante, pero con otras muchas variables, aunque el denominador
común de todas era el dolor, el amor y la esperanza.
Fui avanzando de tribus, llegué a “transición” para finalmente culminar en
“Sanación”, ahora como madre de dos hijitos celestiales, puedo decir que
mi dolor realmente ha sido transformado en amor eterno, y así materno, día
a día desde el altar que les tengo en un espacio de mi hogar, o desde el
viento, los pajaritos, las nubes, los arcoíris y todo lo que representan mis hijos en este plano que ha sido lo más difícil que me ha tocado vivir, porque tuve que maternar sin la presencia física de mis hijitos y eso siempre dolerá.
El consuelo que me queda con la partida de mis bebés es reencontrarnos en
un futuro en otro plano, allá en el paraíso, para nunca más separarnos,
porque ellos me enseñaron a no temerle a la muerte, porque estoy segura
que nos buscaremos, nos abrazaremos y nunca más nos separaremos.
A pesar de todo lo que tuve que pasar, aprendí muchas cosas, aprendí a
darme cuenta lo fuerte y vulnerable que podía ser, aprendí que con el
embarazo que sea, una debe dar todo el amor del mundo, a pesar de los
temores, preocupaciones o falsas ilusiones, porque si una se limita, el dolor
es aún mayor (Lo aprendí con Alvarito) , aprendí a ser resiliente, a darle
valor a la vida que tengo junto a mi familia, a apreciar más a quiénes
estuvieron conmigo y fueron mi gran apoyo y a alejar a las personas que no
empatizaron con mi dolor.
Y la última pregunta que debiese reflexionar sería ¿Recomendarías a más
mujeres, vivir esta experiencia de ser mamá?
Lo recomendaría siempre!, porque aunque no podamos controlar nada,
aunque duela hasta el alma, el amor hacia un hijo terrenal o celestial es
taaan grande, que vale la pena intentarlo, vale la pena pasar por tantas
cosas, por amor todo lo vale!