Maternidad: Fragmentos de una metamorfosis

Maternidad: Fragmentos de una metamorfosis

Creo que la maternidad debe ser fuertemente deseada, o no debe ser.

Yo me siento agradecida porque lo deseé profundamente y lo conseguí en poco
tiempo, y sé que no todas las mujeres pueden decir lo mismo.
Pero como dije anteriormente, debe ser deseada, ya que conlleva una gran
transformación como persona y como mujer, una transformación que a veces se
puede volver difícil de aceptar.

Creo que socialmente se tiende mucho a idealizar la maternidad, especialmente las
mujeres mayores, es común que al escucharlas hablar, generalmente destaquen
sólo lo bueno, pero rara vez advierten de su lado negativo.
Yo siempre he dicho que la maternidad tiene un lado A y B, un lado luminoso y un
lado oscuro, especialmente los primeros meses. Pero no muchas mujeres se
atreven a hablar de ese lado oscuro, porque no está permitido socialmente, es mal
visto que una madre hable negativamente de su experiencia como madre. Hay
muchos prejuicios en torno a la maternidad, pero felizmente he visto que han
cambiado un poco con el tiempo.

La maternidad se debe ver como una experiencia humana donde se ponen a prueba
nuestras capacidades, y muchas veces llegamos al límite de esas capacidades. Es
un período de transición doloroso, pero a la vez gratificante, así como una
metamorfosis.

Desde mi experiencia, puedo decir que los primeros años de madre fueron difíciles.
A los 6 meses de vida, diagnosticaron a mi hijo con Síndrome de West, que es una
epilepsia infantil. Estuvo hospitalizado por 2 semanas en tratamiento para detener
las crisis, ya que cada crisis significaba pérdida de neuronas, y para un bebé tan
pequeño era muy peligroso. Esos han sido los días más angustiantes como madre,
y es inevitable preguntarse ¿por qué? ¿por qué mi hijo? ¿por qué yo?. Fue en ese
momento cuando por primera vez me ví enfrentada al miedo, al verdadero miedo, al
miedo de perder lo que uno más ama en la vida. Si alguna vez sentí miedo antes de
ser madre, en ese momento me dí cuenta que no era nada comparado al miedo que
estaba enfrentando.

Recuerdo también atravesar momentos de mucha soledad, vacío existencial, no se
como llamarlo, pero es un vacío que nada ni nadie puede llenar, sentir que nadie
comprende por lo que estás pasando, aunque te aconsejen o traten de empatizar, la
maternidad es una experiencia tan personal que es difícil comprenderla desde
afuera, incluso para otras madres.

Creo que el convertirse en madre es una situación límite, y eso hace que afloren
emociones o recuerdos que quizás teníamos muy ocultos como un sistema de
autodefensa, y eso, creo es lo que hace compleja la maternidad y a la vez la vuelve
tan vulnerable. En mi caso me llevó a analizar y cuestionar la relación que yo tenía
con mi madre.

Agradezco al universo que en ese tiempo puso en mi camino a unas amigas mamás
en quienes me pude refugiar, compartir experiencias, apoyarnos, empoderarnos, y
reírnos de nuestras anécdotas como madres primerizas, su compañía hizo que ese
proceso no fuera tan solitario.

El tema de la lactancia fue complicado, mi hijo nació prematuro, por lo que le costó
mucho tomar leche, y eso me llevó a un sentimiento de culpa e inseguridad.
Inseguridad por si es que estaba alimentando el tiempo suficiente a mi hijo, culpa
por dar relleno, por ejemplo.

Creo que el sentimiento de culpa no es algo de lo que una se desapegue muy fácil a
lo largo de la maternidad.

Pero sinceramente digo que, a pesar de lo difícil que puede ser la maternidad, el ver
a mi hijo todos los días despertarse, verlo jugar, escucharlo reírse a carcajadas,
hacer esas preguntas infinitas que a veces no sé cómo responder, ver que cada día
aprende algo nuevo, ver en sus ojitos esa curiosidad propia de los siete años, sus
abrazos antes de dormirse, su felicidad al jugar con otros niños, su inocencia que a
veces quisiera que fuera eterna.. eso me llena el alma, me reconforta, me alivia, y
me da fuerzas para continuar.

La muerte de mi madre cuando mi hijo tenía cuatro años, marcó un antes y un
después en mí, como persona y como mamá. Empecé a replantearme muchos
aspectos de la maternidad. El hecho de comenzar a ver la vida desde la ausencia
de mi madre me llevó a ver la maternidad de otra manera. Cuestioné mi rol de
madre en la vida de mi hijo, comencé a priorizar lo verdaderamente importante, lo
trascendente, y comencé a dejar un poco de lado el fantasma del “deber ser” de la
maternidad. Me di cuenta (desde la experiencia de perder a la madre) que en algún
momento yo sólo me convertiré en un recuerdo para mi hijo durante mucho tiempo
de su vida. 

Las madres y padres sólo estamos construyendo recuerdos para el
futuro de nuestros hijos, y yo quiero construir los mejores recuerdos para él.

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